Memorias del 23-F
Hace 25 años, alrededor de 150 terroristas (según el diccionario terrorista es aquel que mediante su acción aterroriza a la población, y en este caso, el termino viene al pelo) vestidos de guardias civiles liderados por el teniente coronel Tejero (terrorista acusado, sentenciado, con una casi envidiable estancia carcelaria y que nunca ha pagado a la sociedad el tremendo daño causado) irrumpieron en el Congreso de los Diputados para acabar por la fuerza de las armas, con el gobierno de una España que había iniciado una nueva etapa con la "transición", la Constitución de 1978, y los primeros pasos de lo que con el tiempo ha ido consolidandose como un Estado "democrático", aunque eso sí, con un jefe de Estado impuesto por el dictador, y con herencia "por cojones, o dicho de otro modo, biológica, o dicho de otro modo, monarquica". Fueron, dicen los entendidos, las 17 horas más largas de una democracia que comenzaba a echar raíces.
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Vivimos momentos de angustia y de temor, y fundamentalmente, dada mi edad y mi juventud impregnada de un enorme desconocimiento de todo ese mundillo de ejércitos y correlaciones de fuerzas por la capitalidad del reino, mi temor estaba basado fundamentalmente en las caras y gestos que veía y me transmitían mis mayores.
El esperpento era evidente, la “españolada” no parecía exenta de comicidad vista desde una visión europea, pero no fue hasta el día siguiente, por mucho que su majestad apareciese por la caja tonta, cuando nos dimos cuenta de que aquello no podía prosperar, si bien no imaginaba toda la retahíla de LOAPAs y putadas varias que nos venía encima.
Fue también el ejemplo claro de que cuando se tensa mucho la cuerda, sea política o no, ésta se puede romper y te quedas sin ella. Un aviso de que a veces, la historia que tiene ciertos ribetes cíclicos, se repite, aunque sea con otros disfraces, otros personajes y otros escenarios.
Los motivos que esgrimieron los golpistas para justificar su fechoría son muy parecidos a los que hoy esgrimen los más extremistas:
-"El proceso autonómico pone en peligro la unidad de España". Hoy se limitan de momento a recoger firmas.
-"El terrorismo etarra es una lacra que hay que exterminar". Hoy se niegan a plantearse un escenario que permita el fin de la violencia.
-El presidente Suárez –hoy Zapatero-, un personaje al que había que arrebatarle el poder, por "usurpador".
La historia se repite con una correlación de fuerzas, afortunadamente, distintas. Seguimos teniendo a los esperpénticos militares, que se creen en la obligación de “salvarnos”, nombrados en importantes y estratégicos puestos de mando. ¿Se acuerdan del Sr. Mena?
Bien es cierto que el juicio contra los golpistas curó a la mayoría de los militares de sus ínsulas salva-patrias, quedan importantes políticos que aspiran a conseguir el poder poniendo en grave riesgo la estabilidad democrática de nuestro país, cueste lo que cueste.
Y todo esto, 25 años después. Indiscutiblemente, hemos avanzado, y mucho, pero eso no debe impedir que veamos el amplio camino que todavía nos queda por recorrer y el peligro del enemigo, al que nunca hay que menospreciar, y que sigue acechando, a ambos lados del camino.