¡Que bien se está de vacaciones!
Algunos doblemente afortunados podemos disponer de unos días para desconectar de la vida cotidiana y rutinaria, y disfrutar de unas merecidísimas vacaciones, que aunque cortas en el tiempo, siempre resultan intensas. Y digo doblemente, porque los que no solo somos, sino que reconocemos serlo, por ese mero hecho, lo disfrutamos más.
Si a esto añades la compañía de la familia, permitiendo recuperar esa convivencia que la rutina de cada día hace a veces difícil compaginar los horarios de cada uno de sus miembros para actividades comunes.
Tiempo para el deporte, sobre todo con hijos pre adolescentes, para el paseo, para la lectura y, porque no, para la siesta. Y tiempo, metereológicamente hablando, esplendido.
¡Que pena me dan los que no saben aprovechar unos días sin ir a currar y pudiendo elegir hora tras hora lo que hacer o no hacer, los que no saben reconocer fuera de su pueblo las excelencias propias de otros lugares, los que no saben disfrutar con una cerveza y unos cacahuetes una velada tranquila contemplando un atardecer en la montaña!
En fin, que estoy “cargando pilas” para completar la primavera con las baterías repletas, que nunca se sabe la intensidad de las descargas que uno va a tener que realizar en el camino.