Aunque yo no vaya, que pueda ir el que lo desee, si lo hace civilizadamente, y que se manifieste donde, como y cuando quiera.
Parece como si el proceso, así llamado el periodo de reciclaje e incorporación lenta pero segura a la democracia del personal que antes se consideraban abiertos a todo tipo de métodos para conseguir sus objetivos y ahora resueltos a utilizar solo los democráticos como el resto de conciudadanos, dependiese del domingo. Y, afortunadamente, no.
Permitirles que se manifiesten democraticamente y que usen los mismos instrumentos que los demócratas no es ninguna cesión ni niguna claudicación. Es reforzar la democracia, consolidarla y hacerla más atractiva si cabe a aquellos que todavía no terminan de creerse las bondades del sistema.