¡Ha sido sin querer!
Imagínense que en un colectivo de algún lugar no muy lejano de aquí, casi todo el personal del grupo estuviese hasta el gorro de que uno de sus miembros, saltándose todas las normas que establece la normal convivencia entre personas normales y civilizadas, periódicamente y desde tiempo inmemorial, se entretuviese repartiendo mamporros a diestro y siniestro, haciendo saltar algún diente a más de uno, aterrorizando a casi todos y creando un indiscutible mal rollo en el ambiente.
Hace poco tiempo, al cambiar el colectivo de representantes, se estudió entre los mismos la posibilidad de llegar a un principio de acuerdo que supusiese la reconducción de la conducta de semejante animal con el fin primordial de mejorar la calidad de vida de todos en general.
Aunque en un principio costó hacerle entrar en razón, entre unos y otros consiguieron convencerle de que probase a modificar su actitud y que sería bien recibido y aceptado, si así lo hacía, en los grupos que realizaban las diferentes actividades cotidianas.
Durante el tiempo que duraba la relajación del sujeto, la gente empezó a darse cuenta de lo a gusto que se podía andar sin amenazas ni golpes violentos por sorpresa. Pero un día, cuando todo parecía señalar que la terapia empezaba a dar resultados que invitaban al optimismo, el brazo izquierdo de aquel mastuerzo empezó a temblar como si un escalofríos recorriese todo su organismo y sin avisar ni a dios ni al diablo le soltó una hostia apoteósica a su contertulio más cercano haciendo que dos de sus dientes botasen en el suelo ante el estupor del resto del grupo, incluidos sus admiradores mas cercanos.
Todos quedaron anonadados, pero aunque les costó reaccionar, él último en responder a la pregunta que flotaba en el aire -Pero ¿por qué ahora, qué ha pasado? –fue el propio gigantón.
-La verdad es que ha sido sin querer -respondió-, yo no quería, ¡creedme lo que os digo!, pero he visto, ante mi propia sorpresa, cómo mi brazo izquierdo empezaba a temblar por exceso de inactividad y, además, yo solo quería pegarle un susto, la culpa casi la tiene él porque se ha movido, aunque reconozco que un poquito me he pasado.
El resto del grupo no se había recuperado del susto cuando el gigantón quiso inmediatamente que todo el mundo se volviese a sentar en el corro, y siguiesen con la actividad en la que, previamente al golpe, todos estaban enfrascados, pero, ¿saben lo que pasó? Nadie quiso sentarse junto a él, no vaya a ser que por mucho que dijese e incluso prometiese seguir con la terapia, cualquier otra parte de su cuerpo, descontrolada del cerebro, soltase otro mandoble poco estimulante para seguirle sonriendo las gracias.
-¿Pero no te das cuenta que no hay dios que te entienda? Por la boca dices una cosa y tu brazo izquierdo hace otra? ¿Cómo nos vamos a fiar de ti? Si nos estás demostrando que no eres capaz de controlarte, ni de hacer lo que nos dices y escribes ¿como vamos a volver a creer en tus palabras?
En fin, que ahora en el grupo están en un impase del que no saben muy bien como salir, si organizar un concurso de ideas, volver a la situación previa, que no agradaba a nadie, o volver a intentar convencer a la bestia de que tiene que controlar todas las partes de su cuerpo si quiere jugar con el resto. ¡Dificil papelón!
Hace poco tiempo, al cambiar el colectivo de representantes, se estudió entre los mismos la posibilidad de llegar a un principio de acuerdo que supusiese la reconducción de la conducta de semejante animal con el fin primordial de mejorar la calidad de vida de todos en general.
Aunque en un principio costó hacerle entrar en razón, entre unos y otros consiguieron convencerle de que probase a modificar su actitud y que sería bien recibido y aceptado, si así lo hacía, en los grupos que realizaban las diferentes actividades cotidianas.
Durante el tiempo que duraba la relajación del sujeto, la gente empezó a darse cuenta de lo a gusto que se podía andar sin amenazas ni golpes violentos por sorpresa. Pero un día, cuando todo parecía señalar que la terapia empezaba a dar resultados que invitaban al optimismo, el brazo izquierdo de aquel mastuerzo empezó a temblar como si un escalofríos recorriese todo su organismo y sin avisar ni a dios ni al diablo le soltó una hostia apoteósica a su contertulio más cercano haciendo que dos de sus dientes botasen en el suelo ante el estupor del resto del grupo, incluidos sus admiradores mas cercanos.
Todos quedaron anonadados, pero aunque les costó reaccionar, él último en responder a la pregunta que flotaba en el aire -Pero ¿por qué ahora, qué ha pasado? –fue el propio gigantón.
-La verdad es que ha sido sin querer -respondió-, yo no quería, ¡creedme lo que os digo!, pero he visto, ante mi propia sorpresa, cómo mi brazo izquierdo empezaba a temblar por exceso de inactividad y, además, yo solo quería pegarle un susto, la culpa casi la tiene él porque se ha movido, aunque reconozco que un poquito me he pasado.
El resto del grupo no se había recuperado del susto cuando el gigantón quiso inmediatamente que todo el mundo se volviese a sentar en el corro, y siguiesen con la actividad en la que, previamente al golpe, todos estaban enfrascados, pero, ¿saben lo que pasó? Nadie quiso sentarse junto a él, no vaya a ser que por mucho que dijese e incluso prometiese seguir con la terapia, cualquier otra parte de su cuerpo, descontrolada del cerebro, soltase otro mandoble poco estimulante para seguirle sonriendo las gracias.
-¿Pero no te das cuenta que no hay dios que te entienda? Por la boca dices una cosa y tu brazo izquierdo hace otra? ¿Cómo nos vamos a fiar de ti? Si nos estás demostrando que no eres capaz de controlarte, ni de hacer lo que nos dices y escribes ¿como vamos a volver a creer en tus palabras?
En fin, que ahora en el grupo están en un impase del que no saben muy bien como salir, si organizar un concurso de ideas, volver a la situación previa, que no agradaba a nadie, o volver a intentar convencer a la bestia de que tiene que controlar todas las partes de su cuerpo si quiere jugar con el resto. ¡Dificil papelón!
Etiquetas: ETA NO
No hay quien les entienda. Firmeza democrática parece ser lo que piden a gritos. Y al que trata de ser flexible le dan por el culo.
José del Moral:
No pillo a quién te refieres que pide fiermeza democrática. Pero sea quien sea está acertado.
No hay otra alternativa posible que la firmeza demócratica, pues piensa qué otra cosa puede ser la democracia si no es firme en la exigencia del cumplimiento de la ley.
El día que el malo del cuento (no creo que sea tan gradullón ya)sepa que no va a poder estar nuca más con sus vecinos, empezará a sujetarse los machos. Mientras que, después de cada muerto, estemos dispuestos a recomenzar desde cero como si aquí no hubiera habido cuatro negociaciones desde hace casi 30 años y todas lo mismo. El malo no entiende que los demás no pueden convertirse en igual de malos que él, que no le pueden dar un premio por dejar de ser malo, que han de ser firmes y decirle, las veces que sea necesario, lo de "abandonad toda esperanza" que figura en el frontispicio de la entrada en el estado de derecho, no en el infierno.
Lo que no tiene explicación moral es que después de esos fracasos y tras 11 días sin muertos, convoquemos una manifestación a favor del "proceso de paz".