Hay que ... superar el miedo a las discrepancias.
Son muchas las cosas que hay que hacer. Son muchas las que se están haciendo. Sin duda. Las hay que son más urgentes de hacer que otras. Indiscutible.
Y entre las cosas que hay que hacer, con urgencia, es superar el miedo a hablar. Hay que ser capaces de hablar. Con los de casa y con los de fuera. Con los cercanos y los más lejanos. Con los amigos y con los que no lo son.
Y para poder hablar, hay que ser un poco flexible, hay que reconocer en el otro la posibilidad de una parte de razón, y la posibilidad de que uno tenga que reconocer que a lo mejor algo no ha hecho del todo bien.
Y para ser un poco flexible hay que perder el miedo a moverse, sin saltos mortales, pero moverse, sin olvidar experiencias pasadas, pero superando posibles traumas anteriores. Hablar entre discrepantes nunca debe ser considerado como simbolo de rebaje o rendición. Experiencias negativas anteriores nunca deben condicionar en exceso nuestro quehacer diario.
Hay que convertir las diferencias de criterio en una riqueza colectiva que nos haga más fuertes. Hay, en definitiva, que superar el miedo a las discrepancias.
Y para ser un poco flexible hay que perder el miedo a moverse, sin saltos mortales, pero moverse, sin olvidar experiencias pasadas, pero superando posibles traumas anteriores. Hablar entre discrepantes nunca debe ser considerado como simbolo de rebaje o rendición. Experiencias negativas anteriores nunca deben condicionar en exceso nuestro quehacer diario.
Hay que convertir las diferencias de criterio en una riqueza colectiva que nos haga más fuertes. Hay, en definitiva, que superar el miedo a las discrepancias.
¡Totalmente de acuerdo!
Recuerdo una charla hace unas semanas de Rafael Etxevarria en la que decía que cuando conversamos, hay que estar dispuesto a reconocer en el otro a una persona que puede tener una opinión diferente a la nuestra, y que la gente que sólo habla con otras personas que opinan como ella, en realidad no hablan con otros, sino que hablan consigo mismos.